jubilado sabático

(abril 2005 - noviembre 2005)

lunes, abril 18, 2005

El barrio de Vallcarca

Como muchos podrían saber, la ciudad de Barcelona es resultado de la planificada reunión de la ciudad vieja con una cantidad de otros pequeños pueblos, que pasaron entonces a ser barrios. Los más conocidos, creo, pueden ser Gràcia o Sants. Lugares donde los habitantes se reservan el derecho de ser vecinos del pueblo además de ciudadanos de la urbe.

Mi barrio barcelonin se llama Vallcarca. Tiene su propia estación de metro y poco más como atractivo. Es cierto que el Parc Güell es un imán infinito a los visitantes, por la delirante reunión de vistas de la ciudad, la obra de Gaudí y por cierto la gratuidad de la entrada, pero técnicamente este parque está en el barri de La Salut. Vallcarca es así uno de los sectores del districte de Gràcia (los restantes son Els Penitents, El Coll, la propia Vila de Gràcia y el Camp d'en Grassot).

Sin embargo, Vallcarca cuenta con algunas cosas interesantes. Sin orden particular, puedo decir que me gusta un grafitti que hay en la parada de bus de calle Bolivar, donde un chico se lía un cigarro. Es buenísimo. Luego, me gusta una florería que atiende una amable chica colombiana. Merece atención también un bar que hay justo al lado de una de las bocas del metro: los precios son módicos, tienen TV para ver los partidos de canal plus, y en verano abren una terraza trasera que es como estar en casa de los abuelos, con gatos y plantas de casa. A la sombra de los quitasoles, una clara nunca me ha venido mejor.

A propósito de gatos, en el empinado Pasatge de la Farigola (creo que farigola es el nombre catalán del tomillo) hay un hábitat natural de estos felinos, que sobreviven y eventualmente engordan gracias a la calidez de las vecinas que les arropan en invierno y alimentan en toda estación. Creo que los animales valoran esta acogida y saludan con ojos entrecerrados a todo transeunte que suba o baje por estas escaleras. Hay también una fustería donde se puede reparar algún mueble tratando directamente con el dueño, que mantiene su pequeña y antigua Vespa anaranjada fuera del local. Para más señas de barrio, la moto enseña el nombre "Güell" por delante.

Al continuar la infame ascensión por la Baixada de Briz pueden verse casas (inusual en BCN) con palmeras, y en ellas a ruidosos pericos (yo siempre los increpo como "loros de mierda") que le dan la definitiva credencial de barrio retirado y cuasi rural a Vallcarca. No he nombrado ciertos otros próceres de la zona: el calvo dueño de un pequeño SupAgru que tiene pinta de tocar el bajo en alguna banda heavy, y su furgo con todos los personajes de los Simpson; la Andrea, otra colombiana simpática que atiende el locutorio de calle Verdi; la farmacéutica que atiende en Mare de Deu del Coll. Me dice un amigo que Cirlot, un poeta catalán para iniciados, escribió alguna vez un texto que se llama "La dama de Vallcarca", y que se lo dedicó al no menos ignoto compositor Schönberg. Quizás esto tenga que ver con el hecho que, de continuar subiendo la cuesta, se llega a una silenciosa callecita que lleva este apellido germano y disonante.

Creo que la descripción es incompleta si no apunto a los okupas que pueblan las añosas y abandonadas casas de dos plantas por las calles del barrio. Les preocupa que lo modernicen, y que por tanto los desalojen. Sinceramente, no me parece demasiado patrimonial el barrio, sólo que está bien vivir ahí. Retengo una frase de un muro: "Comuníquese telepáticamente". Hay además un par de clandestinos donde oir música (jazz en uno, hard-core en el Ateneu Popular), cafés, peluquerías, panaderías (mi favorito, el pan del Forn de l'Avi), y muchos yayos que avanzan con cuidado para no caer rendidos por la pendiente.