jubilado sabático

(abril 2005 - noviembre 2005)

martes, abril 26, 2005

Snob

Anoche hablé largamente con mi mujer. Todos los días conversamos en todo caso. Pero ahora lo menciono porque cuando hay estos momentos duraderos, no sólo es que me repita mucho la suerte que tengo de que estemos juntos: desarrollar un argumento hasta que no queda nada sin contestar, en un lujo. Y con un buen plato de fideos en la mesa.

La cosa es que empezamos hablando de las típicas comidas de oficina que se ponen calentonas, luego de eso conversamos de cuando ella trabajó en un colegio municipal y de los líos de sábanas que se daban entre profesores. La casuística es surtida y cruelmente divertida. Pero de ahí saltamos a casos en que profesores (de ambos sexos) establecían relaciones con alumnos (de ambos sexos también). Es genérico: relaciones. Hablamos de casos que conocíamos. Amistad, enamoramiento, flirteo, matrimonio, cama, vacaciones. En todos ellos había algo incómodo que podíamos identificar como desadecuado, pero eso no es suficiente. Es que percibir algo como raro no parece un argumento de peso.

Nos pusimos en unos roles que a veces sirven para perseguir una buena razón para tomar postura. Ella hace las observaciones asertivas, a veces rotundas. Yo, preguntas que puedan echar abajo sus afirmaciones. Algo como la fiscal y el defensor. Más o menos, porque ella atiende a mis intervenciones y trabaja refinando lo que ha dicho; por mi parte, debo reconocer cuando no quedan mejores argumentos. No es algo planificado. Lo que estamos buscando es algo con lo que podamos actuar si tenemos niños, no estamos tratando de redactar ninguna declaración de nada.

Creo que no es importante qué concluimos. De hecho, no he abierto cuál fue el tema en el que nos detuvimos largamente, no importa aquí. El asunto es que nos dimos cuenta de lo breve que resulta cerrar una cuestión con un golpe de autoridad, y de lo más breve aún que es sacar algún eslogan, algún lugar común de gente snob y dar el tema por resuelto, pero al estilo de la gente que piensa como se debe.

No me refiero a militantes del opus necesariamente: ser snob es decir que las minorías aquí y aca, pero a la hora de los quiubos mostrarse errático y confuso. Entre los prejuicios negativos y los positivos... prejuicios al fin y al cabo. Me sorprendí (en realidad no tan sorprendido) de sostener algunas ideas no tan liberales. Debo decir, en realidad, ideas mucho más liberales que los esloganes liberales. Pero un liberalismo que no supone que laissez-faire (¡si hasta la fórmula es snob!) resuelve todo. Liberalismo masticado, pensado, racional. Sin creencias en metafísicas oscurantistas ni buena onda, porque allí donde una señora pechoña cree en la Teresita, un jipi cree en entidades más novedosas, orientales, pero igualmente metafísicas.

Me decía un amigo que estudió italiano que snob era una manera que tenían de decir en Italia a la gente sin nobleza (s-nob). Me imagino que en el sentido de la titularidad de tierras y privilegios. Nuevos ricos. Rotos con plata, como se les insulta en mi país. La actitud es estar de un lado sin jamás haberse tomado la molestia de someter los propios puntos de vista al examen de nada ni nadie. La peor falta de nobleza, creo, radica en tener todo el entorno para pensar: la guatita llena, la billetera también, la educación, los vínculos. Sin embargo el terror de tomar postura ante algo fuerza a opinar como se debe, comer lo que se debe, vestir, amar como se debe.

Me reconforta y me gusta cada día más lo lejos que está mi mujer de estos esnobismos.