jubilado sabático

(abril 2005 - noviembre 2005)

jueves, mayo 05, 2005

La famosa desigualdad

En Santiago, las tres candidatas discuten sobre desigualdad. En mi escritorio, leo e intento escribir algo sustancioso para la tesis sobre el mismo tema. La distancia entre mi computador y Casapiedra es grande, así como entre lo que leo que dicen y lo que quiero decir.

¿Por qué hablan de desigualdad de oportunidades? Me parece que ya está sesgado. Ninguna de las tres cuestiona que lo único que debiera ser igual es el derecho a elegir. Y que además estamos hablando de las bases económicas de las opciones. La desigualdad en Chile quiere decir que unos viven 57 veces mejor que otros, en términos de plata. Y son 57 veces más libres de elegir que otros si esa plata la meten a la bolsa, si compran libros, la ahorran, se hacen empresarios, drogadictos, lo que sea. Las oportunidades, así dichas, son grados de libertad más que ofertas de trabajo.

Se resume todo a decir que "hay que crecer" (tesis del chorreo o trickle down) y que "hay que educar". En fin, que hay que crear empleos (eufemismo para decir que deben haber más empresas) y que la gente debe conformarse con lo que resulte de la decisiones de inversión del mediocre empresariado chileno. Que los impuestos podrían subirse, o que en todo caso a la clase media no.

Algunas cosas que aprendí en el doctorado me hacen pensar que siempre se está hablando de transferencias entre las clases medias y bajas, pero que las empresas, los dueños, los inmensamente ricos, están fuera del debate (y detrás de Lavín). Curiosamente, también aprendí que un golpe de timón sobre el tema suele acarrear la salida de las inversiones, y los que pagan el pato son también los que están más mal. Pero en ninguna clase escuché seriamente que la educación mejore la desigualdad. Es tan largo el proceso que su efecto se revierte por otras decisiones de corto plazo que toman los agentes.

Algunas cosas a tener en cuenta: en los países más igualitarios uno se encuentra con un estado grande. Y con empresas grandes también, pero el estado mínimo es la pesadilla de las metas igualitaristas. Otra cosa: la meta igualitaria se vuelve absurda sin la idea de libertad, de modo que es un tema político además de económico. Digo esto porque, seguramente, hacer del país un conjunto homogéneo de pobres obediantes no está en las ideas de nadie. Espero. Otra cosa -que me aleja como siempre de la DC- es que cualquier baja en los impuestos implica achicar la caja de las políticas sociales. Y según se ha visto, los déficit los paga el IVA, o sea los pobres.

Por lo pronto, y ya que hay campaña, sería bueno y sano que los proyectos mineros que van a iniciarse tengan la regla del royalty desde un primer momento. Ahí hay riqueza que se disuelve en las contabilidades y finalmente va a dar al primer mundo. Más plata para los que están más mal, en vez de lo del empleo y la educación.