jubilado sabático

(abril 2005 - noviembre 2005)

lunes, mayo 30, 2005

Nanysex

Lo peor de un perverso, lejos lo peor, es la forma en que hipnotiza la curiosidad. Es la manera de plantear su vida como una experiencia fascinante, sus delitos como manjares, sus placeres como éxtasis que están prohibidos a los demás mortales.

Una buena (y reciente) seducción psicopática de cine en este estilo es la que perpetra el Emperador con el joven y corruptible Anakin Skywalker. Se puede empatizar con la duda boba del niño ante el viejo, preguntándose si será cierto lo que promete, calculando si podría perder mucho en caso que fuese falso. Y si podría disfrutar de los secretos que el amo sugiere que posee.

En España han detectado una red de pedófilos que ha traspasado varios límites, incluso dentro del mundo de la perversión. Crean la sensación de que los pederastas anteriores son una cosa menor. Engaño, claro. Hacen decir a Alonso, ministro del interior, que lo que ha visto es increible, abyecto, horroroso. Uno cree, lamenta, se espanta por los niños que conoce, por lo cercana que puede sentir la amenaza. Y, aunque sea muy poco, siente curiosidad por las fotos incautadas, por saber qué cosas atroces hicieron. Seguramente, las fotos confirmarían lo que Alonso indica, probablemente sea una experiencia que uno no quiere tener, pero el perverso ha hablado y su invitación queda extendida. A diferencia de los niños, supongo, los adultos pueden declinar mirar en la dirección que señala Nanysex, el pedófilo que consiguió lactantes siendo canguro a 3€ la hora. Detrás de esa curiosidad refleja y esta turbación late el peor abuso, el peor daño.