Memoria

No tengo ninguna inclinación a creer. Soy escéptico por formación. Es decir, aunque tenga ganas de creer, me cuesta si no tengo a la vista evidencia, buenas razones, una buena teoría. Por lo tanto, como es de esperar, mis opiniones tienden a estar dentro de lo racional. Pero he tenido varias veces la experiencia de dimensionar la enorme extensión de la memoria, hasta puntos en los que parece cosa de fantasía.

Sabiendo que en la mente hay niveles de registro que no son lingüísticos (lo que se almacena sin palabras, por ejemplo los recuerdos de la primera infancia) y que son esos aspectos inconscientes justamente los más energéticos, no es raro que ciertos recuerdos aparezcan confusamente en la vida consciente. Nada nuevo, diría un psicoanalista. Claro, ya dije que mis opiniones tienden a inscribirse dentro de lo racional. Lo curioso, casi raro, es cómo se van manifestando los recuerdos, y la tarea de desciframiento (desencriptamiento, para que quede más actual) que implica.

Sobrevienen sensaciones de la niñez, memorias claramente despiertas aunque no parece haber mucho estímulo. De pronto, me doy cuenta que hay aniversarios mudos que parece que se celebran solos. Hace un año fue el Primavera Sound. Hace un año estaba oyendo Weichafe. Hace un año estaba con mi hermano Felipe en un chiringuito mirando el Meditarráneo, sintiendo un cierto mareo entre angustioso y soberbio. Y sobre todo, hace unas pocas décadas nací. Estoy convencido que eso explica sueños y pesos estomacales que no entiendo si no salen de mi memoria.