jubilado sabático

(abril 2005 - noviembre 2005)

sábado, noviembre 19, 2005

Oscuridad hermosa: Echo & the Bunnymen


La receta incluye: candelabro con 5 velas (rojas), canto gregoriano, cigarros (muchos), iluminación por la espalda y por lo tanto, sombras en las caras de Ian McCulloch. Y si se llegase a pasar un haz de luz, gafas oscuras. Es que él es la insignia del grupo, lo que el fan quiere ver y oir. Y si se le pasa la ronquera, se acaba el show.

Eso con la pinta. Will Sergeant, en tanto, consciente de su poco agraciada figura -que haría palidecer la ponchera de López, el Imposible- se dedica a reflotar con precisión y algo más de tecnología las cavernosas formas de cuerda que trajeron a la memoria lo mejor de Echo & The Bunnymen. Incluyó también una especie de 12-string, y un así-como-laúd.

No está de más constatar que Echo resulta de la mezcla entre Joy Division y Velvet Underground. Un poco de la fría y cortante tristeza inglesa, otro poco de la demencial mala onda de los gringos. Un poco de los Doors, también. Pero siempre desde la psicodelia que luego hicieron propia Jesus & Mary Chain, no desde Morrison, más acerada, más ácida.

Y últimamente, son capaces de cantar con más calma. La guitarra sigue siendo el pivote de las composiciones, pero sin artificios vulgares (como los trémolos de Sergeant...) de antaño. Más desnudez y más calor. Algo que seguramente Chris Martin valoró en su justa medida cuando contrató a McCulloch para ayudarle, cual Sr. Miyagi, a lograr "A rush of blood to the head".

¿Ejercicio de nostalgia manfinflera? Puede ser. Pero la memoria emotiva (que no voy a abrir aquí) alrededor de "Killing moon" o "Lips like sugar" bien lo valen. Si alguien está libre del pecado de la evocación, puede empezar a lanzar.